21/12/2024
07:12 AM

Hondureña relata su odisea por la escasez en Venezuela

San Pedro Sula, Honduras.

“Estoy cansada de esto. Hay problemas para comprar con regularidad alimentos y productos básicos y mis hijas están viviéndolo. Quiero regresar a Honduras, Venezuela es invivible”.

Así describe la caótica realidad que vive el país sudamericano la hondureña Alejandra Vásquez, residente en Caracas desde hace cinco años.

Ella, al igual que millones de venezolanos, sufren por la escasez de productos y la recesión. La sampedrana comparte con LA PRENSA su odisea.

Relato

“El lunes pasado recorrí varias tiendas y supermercados buscando lavaplatos, detergente y papel higiénico. No los estaban vendiendo y solo tenía un rollo para mi familia. No tenía detergente desde hace dos semanas ni siquiera jabón en barra se consigue. Es algo extremo, mi familia en Honduras aprovechó que alguien venía para acá y me enviaron detergente.

El martes salí en la tarde. Había fila en un supermercado para comprar papel higiénico. Pregunté a un hombre si él era el último para entrar y me respondió: ‘pase directamente, nosotros estamos esperando que saquen otro producto’.

Foto: La Prensa

'Es frustrante estar aquí y ver que mis hijas están viviendo esta crisis', relata Alejandra Vásquez.
Eso es lo que hace la mayoría, hacen fila en las afueras de tiendas y supermercados a esperar sin saber si van a vender. Ese día solo daban un paquete de cuatro rollos por persona. En la fila para pagar me fijé que había alguien que no llevaba papel, le pedí que me comprara otro y llevar a mi casa dos.

Mi peor odisea fue el miércoles. Me fui antes de las 7:00 am a hacer de nuevo mi recorrido por el centro. En una tienda vendían lavaplatos, llegué a las 7:30 am y ya había más de 300 personas, yo era la número 324 en la fila.

La tienda la abrieron a las 9:00 am y en 30 minutos el producto se agotó, no logré ni entrar. Regresé a casa decepcionada porque hice fila dos horas. Ese mismo día, después de buscar a mi hija en la escuela, vi en un supermercado una larga fila en el estacionamiento, bajo el sol. Iban a vender harina pan, azúcar y leche en polvo. Estaban descargando los productos, esos son de los más difíciles de conseguir. Hice fila con mi hija, sin almorzar, pero no logré entrar. Llegaron policías y militares a resguardar la cola, en ocasiones anteriores se han armado trifulcas y han llegado al extremo de lanzar gases lacrimógenos para dispersar a la gente que se vuelve desquiciada.

Gracias a Dios no he estado en esos momentos, me voy, aunque no pueda comprar nada. Se hicieron las 3:00 pm y seguía en la fila. Los trabajadores del super empezaron a decir que se había acabado todo. Ese día no conseguí nada.

El jueves me fui a una tienda de abastecimiento del Gobierno, ahí venden más económico. A partir de este año atienden por terminación del número de cédula.

Llegué a las 8:00 am, pero la mayoría llegan de 3:00 a 4:00 am y en casos extremos se van a dormir la noche. Algunas veces lo hice, pero da miedo, he escuchado que los asaltan. Esta vez era la número 110. Pensé que saldría al mediodía, pero por lentitud del sistema (captan huellas), salí a las 4:00 pm. Esta vez sí conseguí productos restringidos: leche en polvo, carne, aceite, harina de maíz y atún.

Es agotador y de mucho estrés. No hay tiempo libre y hay que tener dinero a la mano porque no se sabe el día ni la hora en que habrá algo. No trabajo, pero es como si lo hiciera porque hay que salir de la casa temprano y regresar tarde.

Para quienes trabajan es más difícil conseguir comida. Terminan comprando a los revendedores, ellos acaparan y dan precios carísimos de hasta 4 o 5 veces más que lo normal. Por ejemplo, una bolsa de un kilo (2.2lbs) de leche cuesta normalmente 70 bolívares (L126), ellos la dan hasta en 300 bolívares (L540) o más.

Foto: La Prensa

Ante la magnitud y duración de las colas y la aparición de tumultos, el gobierno ordenó a las fuerzas de seguridad custodiar los supermercados.


No tengo tiempo para más nada que para buscar productos, mi esposo sale a trabajar y yo a comprar. Tengo que restringir la leche para las niñas y a veces me toca decirles ‘no tomen mucho’. Antes iba al supermercado una vez a la semana y encontraba los productos en anaqueles y ahora ya ni los colocan porque se agotan rápido.

Aparte de la escasez y precios altos en productos no se puede soñar con comprar un pasaje de avión. El pasaje cuesta cuatro veces más que en el 2012, no puedo ir a ver a mi familia.

Es triste y lo que más me provoca es irme a mi país. Sé que allá no es un paraíso, por la delincuencia y el desempleo, pero al igual que aquí, allá y en todos lados debes tener estudios universitarios para optar a un mejor puesto y con mejores beneficios.

Hay lugares que pagan menos del salario mínimo. Trabajé seis meses en turno de medio tiempo y lo que ganaba era nada comparado a como están las cosas de caras, me pagaban un día y al siguiente no tenía nada. Es frustrante”.