Cuando al mediodía del lunes, la Policía de Investigación de Chile llegó a buscarla a su casa en Puente Alto, Natalia Ciuffardi pidió ducharse. Aunque detenida, ella quería lucir impecable al abandonar su hogar.
La policía la había seguido durante cinco meses. Sabía que iba al Sportlife de calle Diego Portales cuatro veces por semana. También que pasaba regularmente a la peluquería y de compras al mall. A veces iba sola, a veces con su madre.
La policía sabía que Ciuffardi (28 años) era una mujer bonita, y al cabo de unos días de seguimiento se enteró también por qué salía de su casa a la 1:00 am rumbo al sector oriente de Santiago, y regresaba a eso de las 5:00 am. Fue una noche, a mediados de 2011, en el night club Platinum donde conoció a Mario Zelaya. Ella trabajaba como prostituta y él, director del Instituto de Seguridad Social (IHSS) de su país, estaba de visita en Chile. Después de unos tragos y una conversación comenzaron a salir. “Fue amor a primera vista”, le comentó la joven a su círculo más íntimo.
Por meses el romance fue idílico. Natalia recorría el Caribe alojándose en resorts cinco estrellas con su novio centroamericano, hasta que comenzó a visitar Tegucigalpa con cierta regularidad.
Cegado por el amor de la morena, el político hondureño compró cuatro propiedades a nombre de la joven en Tegucigalpa, además de dos departamentos en La Florida (Santiago), avaluados en 70 millones de pesos cada uno, una casa en Puente Alto y otra en el balneario del litoral central El Tabo. Pese a la nueva vida para ambos, Zelaya no abandonó a su familia y Natalia tampoco dejó a sus clientes, a quienes cobraba 300 mil pesos por sus servicios. Las historias corrían por carriles paralelos, mientras seguía recibiendo y disfrutando de los lujos del dinero hondureño.
Todo iba viento en popa para la pareja hasta que en enero de 2014 estalló el caso de corrupción en el Seguro Social, donde tras investigaciones salió a la luz que Ciuffardi se habría beneficiado del dinero.
Pese a que el miércoles fue formalizada la denuncia por lavado de activos -delito por el que arriesga entre 5 y 15 años de cárcel- en el Juzgado consideraron que no existían antecedentes que probaran que el dinero que recibió era ilícito. Por eso la dejaron en libertad, aunque con arraigo nacional por seis meses.
La historia de Natalia no tiene para cuándo terminar. Ya se emitió una orden de captura internacional contra la joven y, como explica el jefe de lnterpol Chile, Pedro Cuevas, las autoridades hondureñas podrían iniciar por la vía diplomática los trámites para su extradición.
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