Con sus atardeceres salvajes y su multifacética cultura garífuna, la comunidad de Sambo Creek, al este de La Ceiba, forma parte del paraíso sin límites del litoral atlántico, dispuesto siempre a embrujar al turista.
Sus amistosos pobladores conservan con mucho orgullo la cultura afrocaribeña con su lengua, música, bailes, ceremonias, bebidas y comidas tradicionales a base de pescado, mariscos, yuca y coco.
Destacan además sus artesanías elaboradas con los recursos que regalan las palmeras, las conchas del mar y los cascarones de las tortugas.
Son pocos los visitantes que llegan los días de semana a estas playas donde los hombres de ébano se enfrentan a diario con el mar para disputarle su rica fauna, mientras las mujeres quedan en casa haciendo pan de coco, machuca, casabe o pescado.
Las antiguas casas hechas con palmas de tique, caña brava y paja, han ido desapareciendo para dar paso a las viviendas de cemento, pero las tradiciones de la etnia continúan vigentes.
Muchos arguyen que los recursos naturales se están haciendo escasos, requieren costos altos de mano de obra, y duran menos tiempo que los productos artificiales. También, son menos resistentes a los huracanes. Así que hoy típicamente se construyen las casas de manaca sólo para el ceremonial sagrado garífuna, el dugú, que se resiste a desaparecer al igual que las otras costumbres.
Es usual ver por las tardes a los abuelos educando a los niños en la tradición caribeña, contándoles adivinanzas, cuentos, mitos y enseñándoles canciones tradicionales, haciendo canoas de juguete y redes que dan a los muchachos, junto con anzuelos y sedales para pescar.
Origen
Aunque los garífunas llegaron a las costas de Honduras en 1797 al ser expulsados de la isla de San Vicente, se cree que la comunidad de Sambo Creek surgió pocos años después, según la dirigente comunal Dilcia Arzú.
Su nombre se debe a que el primer habitante llamado Mariano Valerio, al llegar al lugar, acampó a la orilla de un crique donde se había encontrado a un sambo que iba de paso, manifestó Arzú.
Valerio, quien había llegado de los Cayos Cochinos, comenzó a regalar tierras a todo el que iba llegando y le ayudaba a construir su casita de tierra y manaca.
Localizada a unos veinte kilómetros de La Ceiba, Sambo Creek le da la oportunidad al visitante de disfrutar de la playa y de su variada gastronomía garífuna. Hay dos excelentes restaurantes en la playa, uno especializado en mariscos y el otro en una variedad de comida internacional con énfasis en comida italiana y mariscos.
Sambo Creek es una villa muy visitada por turistas que buscan conocer la cultura garífuna, su música y comida, pasear y tomar fotografías a lo largo de sus bellas playas. Cuenta también con otras atracciones como aguas termales, canopy y tours para visitar los Cayos Cochinos, situados a unos 40 minutos en lancha de motor. Cerca está también el río Juana Leandra que con toda su cuenca, es una belleza.
En el corazón de las comunidades garífunas se localiza el centro turístico Sambo Creek listo para ofrecer comida típica y alojamiento frente a la playa, con vista a los Cayos Cochinos.
Es desde aquí donde salen las excursiones a ese bello archipiélago.
También aquí se puede apreciar el show de danza garífuna que forma parte de la cultura viva.
Mientras ve la presentación, el turista puede disfrutar del delicioso pan de coco, casabe, tableta de coco y la famosa machuca. La bebida tradicional es el guifity que está elaborado a base de hierbas. También es medicinal si se toma en dosis pequeñas.
Los lugareños suelen tomarlo mientras bailan al ritmo de sus tambores a la orilla de la playa blanca, frente al mar por lo general calmo durante todo el año.
Joyas hechas de coco
La belleza del paisaje se conjuga con el olor a coco que se escapa de las viviendas donde se preparan diferentes alimentos a base de la leche de este fruto de las palmas.
Del coco no se desperdicia ni la dura corteza pues muchos la utilizan para hacer hermosas artesanías como es el caso de Wilmer Enrique Guity, quien dejó el remo y los chinchorros para dedicarse a esta actividad, más por arte que por lucro.
Un tronco de árbol es su mesa de trabajo para convertir las cáscaras de coco en piezas de joyería o bisutería artesanal. Guity es uno de los pocos habitantes de Sambo Creek que aprovecha el coco hasta su dura corteza para fabricar los más bellos adornos que nada tienen que envidiar a una joya de orfebrería.
Con un esmeril devasta primero las orillas de la corteza que protege la comida del coco y luego pule hasta hacerlas brillar con un limpiador de metales conocido como sidol.
Para ello también usa un esmeril con una esponja que va acariciando el material hasta dejarlo tan brillante que pareciera ha sido barnizado.
Las cáscaras que muchos tiran después de desprender la pulpa blanca y carnosa del coco, las recoge Guity para hacer aretes, anillos, collares, pulseras, ganchos de cabello y muchos productos más que luego resaltarán la belleza de las damas que las compran.
Pero para que la corteza de coco se convierta en una pieza artesanal, es indispensable preparar la materia prima. Para esto, se dejan las cáscaras en un recipiente con agua por unos 10 a 15 minutos hasta que el líquido las penetra bien. Luego, con un cuchillo o con una cuchara, se limpia la parte externa de la cáscara. Más adelante, empieza el proceso de lijado manual para llegar a una cáscara absolutamente lisa y brillante.
Cuando la cáscara ya está preparada, se recortan los moldes de piezas hechas de cartulina y con ellos se marca la cortez. Finalmente se corta la cáscara con finas sierras y allí inicia el diseño de la artesanía, según explicó Guity.
Algunos de los habitantes de Sambo Creek son unos verdaderos magos en la elaboración de accesorios en coco. Cada día sorprenden con nuevos diseños y tratan de combinar el coco con otros materiales naturales y ecológicos propios de la comunidad, tales como madera, cuero, conchas y semillas, dándole una nueva dimensión artesanal a los productos.
No hay ninguna contaminación al medio ambiente con la elaboración de estos productos, porque todos los materiales que se usan son desechados.
La concha de los caracoles o la caparazón de las tortugas, sirven también en la elaboración de otras curiosidades igualmente bellas.
Cada curva, forma y diseño se debe cortar manualmente hasta obtener una bella pieza artesanal.
Las piezas se venden por lo general en los hoteles, en las festividades y en los diferentes centros de recreación donde la afluencia de turistas es mayor.
Otras viajan al exterior en las maletas de los turistas que las adquieren en los principales centros de artesanías diseminados en el país.
Si desea realizar el viaje a estas paradisíacas playas conduciendo su vehículo, tome la carretera que conduce de Tela a Jutiapa.
Aproximadamente a 20 kilómetros de la ciudad está el desvío a Corozal y cinco kilómetros más adelante el desvío a Sambo Creek.