24/12/2024
06:32 AM

Director del JTR fue ayudante de zapatero, sastre y tapicero

Estudió en internado, pero los fines de semana en vez de ir a pasear trabajaba en tapicería a clientes que le conseguían compañeros.

    San Pedro Sula, Honduras.

    Se siente orgulloso de haber saneado de pandilleros el Instituto José Trinidad Reyes (JTR) que dirige, como también de su infancia laboriosa en su natal Santa Rosa de Copán.

    El profesor José Antonio Carballo cuenta que a él le tocó cuidar a sus hermanos menores y ayudarle a su mamá a hacer pasteles para la venta, sin dejar de asistir a la escuela.

    Nació en el seno de un hogar humilde en el que su madre Hortensia Carballo hacía también el papel de padre.

    Su papá, de origen salvadoreño, era un capataz de la constructora Saopin que construyó la carretera a Santa Rosa de Copán en tiempos del expresidente Ramón Villeda Morales, y así como llegó así se fue. “Soy hijo natural, por eso llevo el apellido de mi mamá”, dijo.

    José Carballo con su esposa, hijos, yernos y nieta.
    Ella tuvo que enfrentar sola la responsabilidad de criar a sus cuatro hijos vendiendo pastelitos, poleada y arroz con leche en el mercado de Santa Rosa.

    El mayor de los chigüines era José Antonio, quien se levantaba muy de mañana a doblar los pastelitos de arroz con carne que la madre vendía en su puesto del mercado.

    Gracias a lo que la madre le enseñó en la cocina, ahora Carballo se considera un experto en gastronomía casera, aparte de ser un profesional de la docencia, forjado en el yunque del sacrificio, pues siempre le tocó trabajar mientras estudiaba. Apenas si le quedaba tiempo para darle a la pelota en las “potras” que jugaba con otros cipotes en aquellos tiempos en que la única diversión de los niños era el fútbol. Se apasionó tanto por ese deporte que llegó a jugar como volante en una liga de segunda división de aquel lugar.

    Aprendió la sastrería, zapatería y tapicería. Este último oficio lo desempeñó aún estando trabajando ya como profesor.

    Aún después de haberse graduado como profesor de Educación Media en 1988 siguió tapizando.
    Remontándose a su niñez dijo que “cuando salía de la escuela aprendía a hacer hilvanes, ojetes y a pegar botones en la sastrería de un compadre de mi mamá, pero no pasaba de hacer solo eso y yo quería un oficio del cual poder vivir”.

    Fue entonces que se metió a aprender el oficio de hacer zapatos con el mejor zapatero de la ciudad. “Por algún tiempo estuve alistando calzado, pero tampoco me pagaban por eso”.

    Estando en esos menesteres conoció a un amigo que le enseñó la tapicería de carros, la cual perfeccionó hasta que pudo vivir de ella. Así, pudo ayudarse a sostener los estudios que había comenzado en el instituto Santo Domingo Sabio, de Santa Rosa. Allí solo hizo el plan básico, porque un diputado de la localidad le consiguió una beca para estudiar magisterio en la Escuela Normal de Comayagua.

    Estuvo internado en ese centro de estudios, pero los fines de semana salía a hacer trabajos de tapicería a domicilio.

    Dejó de hacerlo en 1990 luego de ser contratado para dar clases en la Universidad. Por ese tiempo ya se había casado con Gladys Yolanda Herrera, una maestra a quien conoció en Dulce Nombre de Copán.

    Al JTR llegó en 2006 en un momento en que la población estudiantil comenzaba a ser infiltrada por mareros, pero poco a poco fue controlando la situación, hasta depurarla.