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El Cachiro, astuto hasta para negociar sus secretos con EEUU

  • 15 abril 2018 /

Se mantiene sellado el expediente de Javier Eriberto Rivera Maradiaga. Los acuerdos con la Fiscalía de Estados Unidos lo colocan en una posición privilegiada.

San Pedro Sula, Honduras.

Desde hace un año, todos los documentos del caso que se manejan en la Corte del Distrito Sur de Nueva York contra Javier Eriberto Rivera Maradiaga (de 46 años), alias Don Javier o Cachiro, están sellados. Esto obedece a los acuerdos secretos que se realizaron entre el Gobierno de Estados Unidos y el jefe de Los Cachiros después de casi dos años de negociaciones con la Fiscalía de ese país.

Tres años después de su entrega a las autoridades de Estados Unidos, el último movimiento que se registra en su expediente data de marzo de 2017, cuando Rivera Maradiaga se presentó ante el juez James L. Cott y ratificó el acuerdo de culpabilidad que firmó el 13 de abril de 2016, donde consintió cambiar su declaración de no culpable a culpable.

“Entiendo que si mi declaración es aceptada, mi sentencia se llevará a cabo ante el juez de distrito de los Estados Unidos que está asignado, o el que se me asignará a mi caso”, dice la notificación. Fue una declaración voluntaria en la que Javier aparece firmando el acuerdo de culpabilidad, junto con su abogado René A. Sotorrio y el magistrado juez. Javier Eriberto se declaró culpable de todos los cargos que se le formularon por traficar drogas a Estados Unidos.

En el Buró Federal de Prisiones, Rivera Maradiaga aparece que no está bajo custodia federal.

El tratamiento que ha recibido el clan de Los Cachiros en Estados Unidos ha sido diferente al que han tenido otros narcotraficantes hondureños ante la justicia norteamericana. Su colaboración con la Agencia para la Administración del Control de Drogas (DEA), antes de su entrega, limpió el camino para someterse a un procedimiento especial.

La acusación

Las investigaciones que la DEA efectuó contra Los Cachiros datan de 2008 hasta el 21 de noviembre de 2013, cuando se detectó que las operaciones ilícitas de este grupo se identificaban en Colombia, Venezuela, Honduras, entre otros lugares.

Javier Eriberto Rivera Maradiaga, alias Don Javier, dice la acusación que aparece bajo el número 1:15-cr-00282-KMW, “combinó, conspiró, confederó y acordó a sabiendas y deliberadamente con personas conocidas y desconocidas para el Gran Jurado, distribuir una sustancia controlada en el Anexo II, sabiendo que dicha sustancia controlada sería importada ilegalmente a los Estados Unidos, en violación del Título 21, Código de los Estados Unidos, Sección 959 (a) (2), a11, en violación del Título 21, Código de los Estados Unidos”.

Con los cinco cargos que se le formularon, tanto en la Corte del Distrito Sur de Florida como en la Corte del Distrito Sur de Nueva York, todo apuntaba a una cadena perpetua segura. Pero la misma astucia que le caracterizó en sus negocios, la usó para negociar y colaborar con la DEA y develar la red que apoyó sus operaciones en Honduras.

Esa cooperación a lo largo de 2014 fue su salvavidas. La colaboración le permitió que tras su entrega en 2015 su caso solo estuviera cinco meses siendo manejado por la Corte del Distrito Sur de Florida y el 6 de mayo de 2015 esa Corte, a través de la magistrada jueza Cecilia M. Altonaga, autorizó la transferencia de su proceso a la Corte del Distrito Sur de Nueva York. Dos días después, esa Corte recibía al acusado e iniciaba las diligencias judiciales para continuar con el proceso. En un año, Javier cambió su declaración de inocencia por la de culpabilidad. Esa ha sido su mejor carta porque con su colaboración, entrega y declaración de culpabilidad el Cachiro selló el pacto para salvar a su familia, parte de sus bienes y asegurar también su libertad. Ha pasado un año y no hay visos de una fecha para una audiencia de sentencia y la falta de movimiento en su expediente solo refleja que los acuerdos van por buen camino y que su colaboración con la justicia norteamericana ha sido de valor para perseguir a los aliados que en algún momento facilitaron las operaciones del clan en Honduras.

Su historia

Javier Eriberto Rivera Maradiaga nació el 20 de abril de 1972 en la ciudad de Tocoa, departamento de Colón. Su madre Esperanza Caridad Maradiaga López era una mujer sencilla, ama de casa, y su padre Santos Isidro Rivera Cardona, un agricultor y ganadero conocido en la zona como Cachiro, esto como hipocorístico de Isidro y ese apodo el patriarca de los Rivera lo heredó a sus hijos: Javier Eriberto, Devis Leonel, Santos Isidro y Maira Lizeth.

La familia Rivera Maradiaga se dedicó a la agricultura y ganadería, que los hizo crecer económicamente, pero, según las investigaciones policiales, no eran negocios lícitos. A Los Cachiros se les relacionó con el robo de ganado. En medio de rumores sobre el origen de la fortuna que empezaron a construir aumentaron cuando en 2005 fundaron la empresa Ganaderos Agricultores del Norte. Fue entonces más notorio su operación en el tráfico de drogas porque la empresa -indica su expediente- fue una plataforma que les sirvió para el trasiego de cocaína.

Javier, el hermano mayor, tomó las riendas de las operaciones. Su habilidad en los negocios pronto lo hizo posicionarse como uno de los hombres claves en el mundo del narco. Ese rol lo llevó a incursionar en diferentes negocios orientados a la construcción, turismo, transporte y en compra de inmuebles, algunos adquiridos directamente y otros por medio de testaferros.

Javier fue exitoso en los negocios, pero la captura -en 2012- de uno de sus principales aliados en Nicaragua era un mal augurio.

Bismarck Antonio Lara Girón Lara era el hombre que les facilitaba los vehículos, choferes y combustible para que los envíos de cocaína pasaran de Nicaragua a Honduras y aquí los recibían los hermanos Javier Eriberto y Devis Leonel. Esa captura anunciaba para los hermanos Rivera Maradiaga que su fin estaba cerca. Esa fue la primera señal de que sus días estaban contados. Ellos lo sabían y estaban claros que si no movían bien las piezas del ajedrez, no saldrían vivos de la persecución que les harían para evitar que los hermanos develaran a sus socios claves en Honduras. Pero, como dicen, jugaron con balón adelantado y sin levantar sospechas lograron que Estados Unidos les diera una oportunidad que hoy los tiene con un trato preferencial por su valiosa información.