La sinceridad supone expresarse con sencillez, claridad y veracidad. La persona sincera nunca utiliza el fingimiento, la hipocresía o la simulación.
Es importante transmitir este valor a los pequeños. Ahora bien, deben aprender a decir la verdad siempre, pero con respeto, sin ofender a los demás.
Según los expertos, de los tres a los nueve años es el período de tiempo en el que tienen lugar los momentos oportunos en los que el niño asimila con más facilidad el aprendizaje de hábitos relacionados con la sinceridad y el sentimiento de justicia.
El niño de cinco años se encuentra en el período sensitivo de la sinceridad. A través de la observación y la imitación, además de la exigencia de los padres y maestros, el niño adquiere el hábito de decir la verdad.
Este hábito no disminuye, ni anula, la voluntariedad de la acción en el período en que el niño no es capaz de razonar o de decidir por sí mismo, sino que facilita el que lo vaya asumiendo como valor o virtud.
Los padres deben enseñar al niño a ser sincero desde pequeño. Desde que aprende a distinguir entre verdad y mentira, comprende que no debe mentir y reacciona emocionalmente cuando es engañado.
Aproximadamente a los seis años comienza a comprender el valor moral de la verdad y puede esforzarse por interiorizarlo aunque, en ocasiones, le cuesta bastante.
La Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE) ofrece una serie de consejos y orientaciones a padres para ayudarles en esta tarea.
Qué podemos hacer como padres
Observar si el niño acostumbra a decir la verdad y reforzar cada ocasión con aprobaciones y alabanzas.
Cuando comprueban que el niño falta a la verdad, procuran averiguar qué lo motiva a hacerlo, intentando corregirlo.
Es muy importante que los padres proporcionen un clima afectivo, de seguridad, aceptación y confianza, donde el niño puede ser él mismo sin miedo a ser rechazado por no cumplir las expectativas de los padres.
Cuando los padres exigen sinceridad, deben añadir el razonamiento. Aunque el niño no haya adquirido una conciencia moral, está sentando las bases para lograrlo.
No hacer juicios de valor personal del niño, como llamarle mentiroso, y menos aún en presencia de otras personas. Se trata de modificar un aspecto de su comportamiento, no de cambiarlo a él como persona.
Nunca deben presionar al niño tratando de hacerle sentir culpable. La culpa genera sentimientos negativos que interfieren en su equilibrio emocional.
Los padres deben convertirse en el modelo correcto a imitar. Las pequeñas mentiras de conveniencia de los adultos son observadas e imitadas por los pequeños.
Responder con sinceridad a sus preguntas, sin evasivas, aunque estén relacionadas con temas que los padres desean evitar como la sexualidad. Ocultar la verdad impide que se estimule la sinceridad