El Papa Francisco escuchó ayer, durante su visita a Albania, la terrible historia de Ernest Simoni, un sacerdote de 84 años que fue condenado a muerte por el régimen comunista de Enver Hoxha y que pasó 27 años en diversos campos de concentración.
El franciscano relató la represión sufrida antes de la celebración que tuvo lugar en la catedral de Tirana. Simoni detalló su terrible historia de persecución y torturas con tono monocorde y sin inmutarse.
'«Tú serás ahorcado como enemigo porque dijiste al pueblo que todos moriremos por Cristo si es necesario», me dijo un jefe. Me apretaron los fierros tan fuerte en las muñecas que los latidos de mi corazón se detuvieron y casi muero. Querían que hablara en contra de la Iglesia y yo no acepté. Por las torturas caí casi muerto', contó en un tramo del relato. En ese momento, en el lugar reinaba un silencio sepulcral, y el Papa seguía con atención la historia a través de una traducción.
Luego de que se terminó el testimonio, Simoni se acercó para arrodillarse ante el Papa, que, evidentemente emocionado, impidió ese gesto. Y lo abrazó, besó su mano y volvió a abrazarlo con fuerza, en medio de aplausos.
Muy conmovido
Francisco, que otras veces se había conmovido, pero nunca hasta ese punto, hizo más. Con los ojos cerrados, mientras lo abrazaba, mantuvo su frente apoyada varios segundos contra la de sacerdote-mártir y lo estrechó con fuerza. El Papa lloraba. Dando las espaldas al público presente -formado por sacerdotes, religiosos, seminaristas y movimientos de laicos-, Jorge Bergoglio se sacó luego los anteojos y, con un pañuelo, se secó las lágrimas.
Después de otro atroz testimonio de sor Marije Kaleta, una monja de 85 años, también sobreviviente de la persecución comunista, fiel a su estilo Francisco dejó de lado el discurso que tenía preparado y habló desde el corazón.
'En estos dos meses yo me preparé para esta visita leyendo la historia de la persecución de Albania. Y para mí fue una sorpresa: yo no sabía que su pueblo había sufrido tanto', dijo. Destacó, además, que le había llamado la atención ver fotos de los mártires colgadas en las calles de Tirana. 'Se ve que este pueblo aún tiene memoria de sus mártires', señaló. 'Y hoy, al inicio de esta celebración, pude tocar dos', agregó.
Luego de subrayar que le había impactado la simplicidad con que habían dado testimonio de algo horrible, dijo que si habían podido sobrevivir es porque estaban convencidos de que 'Dios es padre misericordioso y Dios de toda consolación'.
En el vuelo de regreso a Roma, cuando La Nación le preguntó qué sintió en ese momento en el cual por primera vez se lo vio llorar, Francisco contestó: 'Escuchar a un mártir hablar de su propio martirio es fuerte, sobre todo si lo cuenta en esa forma tan humilde, como si estuviera hablando de otra persona'.