El documento, “Desatando el potencial económico para mayores oportunidades”, preparado por el Banco Mundial (BM) analiza la situación de Honduras en cuanto a perspectivas de desarrollo económico y el contexto de violencia que aflige al país.
Señala como fortalezas la ubicación de Honduras -con buen acceso a puertos de Estados Unidos gracias a la cercanía de Puerto Cortés- y los relativamente altos niveles de Inversión Directa Extranjera, alrededor del 6% del PIB como factores para el desarrollo del país.
Otros aspectos positivos son su sector manufacturero, que representa un 20 por ciento del PIB (un porcentaje alto en comparación con otros países de América Latina y el Caribe) y el hecho de que una tercera parte de su población está entre los 10 y los 24 años.
Sin embargo, para aprovechar el gran potencial del país es fundamental atacar la raíz de los altos niveles de crimen y violencia, la baja productividad y la débil calidad institucional, según un nuevo estudio analítico del Banco Mundial.
El documento agrega que a pesar de las fortalezas, existen cuellos de botella que afectan el desarrollo del país, como una elevada inequidad en el acceso a la salud y la educación, infraestructura inadecuada o acceso relativamente bajo al capital, lo cual se traduce en altos niveles de pobreza.
Honduras se encuentra entre los países más pobres del Hemisferio Occidental, con cerca de uno de cada cinco hondureños viviendo con menos de $1.90 al día. Según el estudio, estos altos niveles de pobreza y desigualdad se pueden explicar por la existencia de tres factores condicionantes que se transforman en círculos viciosos.
Círculos viciosos
El primero de ellos tiene su origen en los altos niveles de criminalidad y violencia, que tienen un costo del 10% del PIB (unos $900 millones). La criminalidad limita la competitividad, desalienta el espíritu empresarial y la inversión y frena la creación de empleo, lo cual afecta el crecimiento. A su vez, un crecimiento lento reduce las oportunidades económicas y aumenta la posibilidad de que la población vulnerable se una a grupos criminales.
Un fenómeno similar ocurre con la baja productividad del país, que el documento relaciona, en gran parte, a los altos flujos de remesas que llegan como consecuencia de los altos niveles migratorios, y que en 2014 constituyeron cerca del 18% del PIB.
Si bien las remesas han contribuido a la reducción de la pobreza, también afectan la participación en la fuerza laboral de las familias que las reciben, distorsionan los precios locales y causan una apreciación real de la moneda.
Esto reduce la competitividad de los productores hondureños y frena el crecimiento económico, lo cual a su vez limita las oportunidades para mejores empleos, llevando a que más hondureños migren y esta emigración resulte en más remesas.
El estudio incluye recomendaciones de políticas públicas para romper o revertir los diversos círculos viciosos.
En cuanto a la criminalidad, resalta la necesidad de reforzar la prevención de la violencia y el cumplimiento de la ley, mientras que para romper el ciclo entre baja productividad, migración y bajo crecimiento, recomienda mejorar la educación y las capacidades para competir. Las sugerencias para mejorar la calidad de las instituciones incluyen el fortalecimiento del estado de derecho y del sistema judicial y la mejora del marco de rendición de cuentas.