Tras un suspiro profundo, Ricardo Romero (40) comenzó a relatar cómo las secuelas de la roya, que arrasó con los cultivos de café en el país durante el ciclo productivo 2012-13, lo orillaron a vender sus dos casas, dos carros, un camión y su finca en la aldea Las Capucas de este municipio.
Es productor de café desde hace más de 30 años. Pasó de ser patrón a trabajador de su antigua finca.
“Es difícil, lo perdí todo. Solo me quedé con una casa y viviendo del sueldo que gano como administrador de la finca que vendí”, dice con desilusión.
Su patrimonio era de 10 manzanas; vendió siete y conservó tres con la esperanza de juntar dinero y volver a “levantarse”. “El café lo es todo para mí, no me imagino cultivando otra cosa. Tengo fe en Dios que saldré adelante cultivando café”.
Su mirada se marchita y llena de impotencia al recordar cómo la plaga acabó, en pocos días, con el esfuerzo de toda una vida. “La roya arrasó con todos las plantas. Gasté en fertilizantes para evitar que se perdiera la producción, pero nada funcionó y me quedé en la bancarrota”, expresa.
A pesar de que lo perdió todo por la plaga de la roya en el ciclo 2012-13, lucha todos los días por salir adelante y dice que fue una bendición encontrar un trabajo para mantener a su familia y con el que intenta revivir las tres manzanas de café que aún le quedan.
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“Era un buen momento. Había invertido mucho dinero y trabajé en tecnificar la finca. Pensé en una producción arriba de los 300 quintales, pero lamentablemente las cosas no salieron bien”.
Logró cosechar 100 quintales oro, pero resultó insuficiente para cubrir los costos de producción, los compromisos y deudas que adquirió para cultivar y dar mantenimiento a los cafetales. “Me frustré, tenía que pagar muchas deudas y no tenía cómo”.
Al inicio, Don Ricardo se resistió a desprenderse de sus tierras y prefirió vender dos casas que tenía. Lamentablemente no bastó para liquidar las deudas. Así que tuvo que vender otras propiedades.
“Ya no podía sostener los pagos de los préstamos ni podía quedar mal con mis amigos. Tampoco tenía dinero para volver a cultivar las tierras. Así que un día reuní a mi familia (su esposa y dos hijos de 17 y 11 años) y les dije que teníamos que vender la finca”.
No fue difícil vender las tierras, porque tienen una ubicación privilegiada arriba de 1,500 metros sobre el nivel del mar, condiciones de cafés especiales que permite cotizar el grano a mejor precio en el mercado internacional.
Un amigo suyo la compró y conmovido por la situación de don Ricardo decidió contratarlo para administrar la tierra.
Pese a los tiempos difíciles, el cafetalero confía en volver a la época de bonanza. Don Ricardo es solo un reflejo de la crisis que viven muchos productores tres años después de la devastadora plaga, que dejó a muchas personas sin trabajo, bienes y sustento diario de sus familias.
Patrimonio familiar
Gerardo Lemus, productor de café de Dulce Nombre de Copán, proviene de una familia cafetalera con un patrimonio de más de 600 hectáreas, de las que se perdieron 400 con la crisis de la roya.
“Ese año, el 50% de las plantaciones quedaron destruidas y en el ciclo 2013-14 sufrieron otras 100 hectáreas. Hemos resembrado, pero para poder volver a tener cosecha deben pasar tres años”.
Lemus dice que es necesario que las autoridades desarrollen un plan de financiamiento porque muchos productores están emigrando a Estados Unidos para acumular fondos e invertir en sus tierras nuevamente.
Financiamiento escaso
Manuel Cardoza, presidente de la Cooperativa Cafetalera Capucas Limitada (Cocafcal), que asocia a 714 productores de café de 13 comunidades de la zona, declara que más del 30% de los agremiados vendió sus tierras y lo continúan haciendo.
“Estamos alarmados porque solo nosotros producimos más de 50,000 quintales, que representan más de L90 millones, ya que todo el grano que se produce aquí es especial y va directo para el extranjero, pero sin acceso a financiamientos no se logrará volver a ese ritmo de producción”, añade.
Francisco Castillo, jefe de extensión cafetalera del Instituto Hondureño de Café (Ihcafé) en el país, refiere que en este momento el nivel de roya es los cafetales hondureños anda en un 7%, es bajo y controlable.
“Tenemos controlada la plaga. Sin embargo, recomendamos a los productores sembrar con semilla más resistente”, concluye.